viernes, 9 de septiembre de 2016

Picnic Literario Uniguajira

Con éxito se llevó a cabo hoy el primer Picnic Literario en Uniguajira con los estudiantes del primer semestre de Administración de Empresas jornada diurna.

Con entusiasmo compartieron alimentos de su preferencia durante el Picnic Literario

Unánimes leen en absoluto silencio
Leen de manera digital y en físico textos seleccionados del Menú Literario presentado en clase

Motivados continúan leyendo sin desconcentrarse

Estudiantes compartiendo en equipo los libros que iban a leer en el Picnic Literario
Mucha concentración en la jornada de lectura

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Invitación a la lectura y a la escritura como placer y conocimiento.


"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora."



Pareciera ser, a primera vista, que no habría mucha diferencia entre quien lee y quien no lo hace frecuentemente. Pero es sólo un engaño. Las diferencias son bastante grandes y notorias. En primer lugar, quien lee aumenta su cultura, la hace sólida si es endeble y la enriquece cada vez más. Quien permanece ajeno a los libros, por el motivo que sea, también es cómplice de su ignorancia, que se acrecienta a medida que sigue huyendo de las páginas escritas.

En segundo lugar, la lectura aporta un panorama más amplio para el desarrollo de las propias ideas y fomenta una actitud crítica, pero no en sentido negativo, sino positivo, ya que remueve los preconceptos e instala la necesidad de contrastar unos datos y otros, algunos más veraces y otros, pobres y caducos. Quien lee no cree lo primero que escucha, al menos tiene un cierto bagaje cultural que matiza cualquier intento de absolutismo respecto a ciertos temas.
  
En tercer lugar, la lectura es fuente de conocimientos. La falta de lectura, por el contrario, adormece el espíritu y la inquietud intelectual. Pero, tampoco es suficiente con ser un devorador de libros, ya que se puede leer mucho pero mal. Es decir: siempre se debe buscar, mediante el consejo de alguien o guiados por el propio sentido común, las lecturas que favorezcan el desarrollo personal, que son todas aquellas que no están reñidas ni con la moral ni con la ética, ni menosprecien el valor individual de las personas ni sus creencias. Hay personas que, a fuerza de consumir basuras editoriales, que las hay y muchas, han hecho de su intelecto un refugio para las ideas más depravadas y siniestras. No hay que leer cualquier cosa, hay que leer siempre con un criterio determinado para cada circunstancia.

El gusto por la lectura lleva a quien lee a no contentarse con lo primero que ofrecen las vidrieras, o con aquel libro que es best seller mundial, pero que sin embargo no aporta mucho más que un simple cuento de hadas, nacido para entretener con exclusividad. Quien se habitúa a la lectura quiere buscar autores con los cuales identificarse en costumbres, modismos e ideas acerca de las grandes cosas de la vida. Es el lector cómplice del autor en cuanto difusor de ciertos ideales nobles, que agrandan las miras de la rutina diaria.

Y la falta del hábito de lectura repercute necesariamente en el trato con los demás. Quien no hace más ver las caricaturas del periódico, difícilmente pueda transcribir en palabras lo que le dicta su corazón cuando quiere expresar su amor. Reinará una especie de «parquedad sentimental», caracterizada por escuetas líneas y frases hechas repetidas una y otra vez, hasta despojarlas de su intenso significado por el abuso de su presencia en los labios del amante.

El gusto por la lectura es gustar de disfrutar más de la vida, de compartir en palabras las experiencias vividas y en saber transmitir las propias con la justa mezcla, cual recete perfecta, de sentimientos, emoción y vocablos. Leer significa ir más allá de nuestro estrecho mundo personal y adentrarnos en el otro, en crecer en empatía, estar con el otro y desde el intercambio fructífero de ideas, poder decir, al final del día, que hemos aprovechado el tiempo, al menos por haber leído unas líneas de nuestro autor preferido.
Mariano Martín Castagneto
Educador e Historiador

 El chico perezoso


El chico perezoso


Relájate, quédate quietecito y escucha. Escucha con gran atención este cuento sobre Paul, un chico que vivía en una pequeña cabaña situada en lo alto de un acantilado que daba al mar. Un día se metió en un gran problema con sus padres. ¿Quieres saber qué le ocurrió? ¡Vamos a ver si lo descubrimos!
Pues… en un día soleado el padre de Paul, que era pescador, le pidió a su hijo que fuera a buscar leña al bosque, porque al día siguiente iba a llevarlo en barca a ver las ballenas y necesitaba esa leña para encender la lumbre y preparar un buen desayuno antes del viaje.
Pero aquella mañana Paul estaba muy cansado.
—¡No es justo! —murmuró—. No quiero ir a buscar leña al bosque, hoy quiero descansar.
Pero de todos modos se dirigió al camino que llevaba al bosque. Mientras caminaba por él, vio un árbol solitario sin ninguna hoja.
—¡Hoy es mi día de suerte! —exclamó—. Este árbol desnudo es perfecto leña, porque está muerto y seco. Así no tendré que ir al bosque, aunque mi padre me haya dicho que lo haga. Descansar&ea cute; un poco en este lugar y después cogeré algunas ramas. Paul se sentó al pie del árbol y se puso a contemplar el hermoso mar brillando bajo la luz del sol. Poco después se quedó dormido.
Al cabo de varias horas se despertó sobresaltado. Se estaba haciendo de noche. «¡Oh no! ¿Cuánto hará que me he quedado dormido?», se preguntó. Poniéndose de pie de un salto, trepó al árbol y se puso a romper frenéticamente las ramas. Pero, a pesar de las apariencias, el árbol no estaba muerto, las ramas estaban verdes en el interior y llenas de savia. Al intentar romperlas, tiró de ellas y las retorció tanto que una le dio un latigazo en un ojo al soltarla.
—¡Ay! —exclamó dolorido.
Cuando ya había partido bastantes ramas, las apiló sobre sus brazos y se fue corriendo a casa. Al llegar las dejó afuera en un montoncito antes de irse a la cama.
A la mañana siguiente la madre de Paul se levantó para preparar el desayuno, y al coger la leña e intentar encender la lumbre, las llamas tan sólo parpadearon un poco y se apagaron enseguida. Cuando su marido regresó, aú n no había conseguido que ardiera la leña.
—Lo siento, pero el desayuno no está listo. Esta leña está tan verde y húmeda que no prende —dijo ella.
Paul apareció justo en este momento.
—Hijo, ¿qué te has hecho en el ojo? —le preguntó su madre preocupada.
—¿Y por qué la leña está tan húmeda? —gruñó su padre.
Paul, nervioso, tragó saliva y se acercó a él arrastrando lospies. Estaba muy avergonzado por haberles fallado llevando por pereza una leña tan verde el día anterior. Intentando no echarse a llorar, les contó que se había quedado dormido al pie do un árbol y que había elegido una leña demasiado verde y se había hecho daño en el ojo al intentar partirla.
—¡Siento mucho no haber ido al bosque como me pediste, papa. Me sentía tan cansado que intenté hacer lo más fácil! —confesó.
—Pues cuando hayamos conseguido recoger leña seca para preparar el desayuno, ya será demasiado tarde para ir a ver las ballenas, porque se encuentra muy lejos de aquí—dijo el padre.
Paul se llevó una buena decepción, pero decidió corregir su error. Aquel mismo día fue más tarde al bosque y recogió un montón de leña seca. A la mañana siguiente su madre pudo prepararles un suculento desayuno. Y su padre, para premiarle por haber trabajado tanto, le llevó a ver las ballenas, una experiencia mágica que Paul nunca olvidaría.
Los perezosos se defraudan a ellos mismos y también a los demás. Una persona sabia trabaja con perseverancia para disfrutar de las recompensas de su trabajo y tener la satisfacción de saber que ha dado lo mejor de sí misma.
Cuentos budistas para ir a dormir
Barcelona : Oniro, cop. 2008

Un sultán soñó


“Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. “¡Qué desgracia, Mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad”, dijo el sabio. “¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!”, gritó el Sultán enfurecido. Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: “¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes”. Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: “¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. El segundo sabio respondió: “Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado.”



Cuento tomado de las mil y una noches

jueves, 1 de septiembre de 2016

Cuando el amor es ciego...


Cuenta la historia que en el principio de todos los principios, cuando el hombre no había colocado el píe sobre la faz de la Tierra, en un hermosísimo día de campo se encontraron todas las cualidades y los defectos que hoy en día poseemos. Es decir que encontraron la lujuria, la pasión, la mentira, la locura, el amor, la ensoñación, la vida, la gula y todas esas vainas a las que uno se le mete.
Entonces la locura, que por lo general ha sido loca les dijo a los demás: -Oiga muchachos y muchachas, ¿por qué no jugamos al escondite?-, -¿Al escondite?- Preguntó la intriga todo intrigada -¿Qué es esa cosa?-
-El escondite -dijo la locura- es un jueguito que me he inventado para cuando aparezcan los niños.
-Uno cuenta de uno a un millón y los demás se esconden en cualquier lado; entonces, uno lo sale a buscar y el primero que encuentre, a ese le corresponde contar nuevamente y así hasta que el juego se termine.
Entonces la ternura, que por lo general ha sido tierna, dijo: -Bueno entonces empiece usted a contar.
Inmediatamente, la locura empezó a contar: 1,2,3,4,,5,6,7,8,9,10…. Y todos empezaron a esconderse.
La pereza que por lo general ha sido perezosa, se escondió detrás de unas piedrecillas, cerca de donde la locura estaba contando. La lujuria y la pasión se escondieron en el fondo de los volcanes. La ensoñación, detrás de la luna. La mentira en el fondo de los océanos.
Y así cada uno se escondía en un lugar del espacio, pero quien no hallaba dónde esconderse era el amor, y cuando escuchó que la locura iba por 999.000, se escondió detrás de un árbol de rosas. La locura dijo: Un millón. Y salió a buscar.
Adivinen a quién encontró primero. A la pereza, que estaba detrás de la piedrecita, y después siguió buscando y encontró a la lujuria y a la pasión en el fondo de los volcanes. A la mentira también la consiguió a pesar de que era mentira. Y a todos los consiguió en cualquier parte del universo. Pero a quien no podía encontrar era al amor, y muy preocupada, la locura se preguntaba: -¿Dónde diablos estará? Si hasta en el cielo y en el infierno lo había buscado.
En el árbol de rosas se dijo. Y bajó hasta donde estaba el árbol de rosas y antes de encontrar al amor cogió un palo en forma de horqueta y hurgó duro, y dentro del palo de rosas escuchó un grito. La locura dijo: - ¡Encontré al amor! Y sí. El amor estaba todavía en el palo de rosas, pero con el palo en forma de horqueta la locura le había sacado los ojos al amor.
Y muy triste y apenada, la locura le decía al amor que la perdonara, que ella lo había hecho sin intención, que todo era un juego, Y que lo único que podía hacer para remediar tan grave hecho era servirle de lazarillo.
Y desde ese día y gracias al bendito juego del escondite, EL AMOR ES CIEGO Y ANDA ACOMPAÑADO DE LA LOCURA.